La ciudad de Toledo está ubicada en un precipicio a orillas del río Tajo. La ciudad es testigo de la rica historia de una región en la que los cristianos, musulmanes y judíos se han entremezclado, dejando cada uno sus huellas.
Las extensas llanuras de Castilla-La Mancha son el escenario perfecto para los molinos de viento en uso desde el siglo XVI, en los tiempos de Miguel de Cervantes. En su obra El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, el héroe, don Quijote, ataca a los molinos, confundiéndolos con gigantes. El castillo es de origen musulmán.
El azafrán, uno de los importantes productos agrícolas de Castilla-La Mancha, viene de una pequeña flor de color lila. Para obtener un kilo de azafrán hay que recoger a mano los estigmas de casi 85.000 flores.
Las Casas Colgadas, en la ciudad de Cuenca, fueron construidas al borde de un precipicio. Durante el siglo XIV servían de lugar de veraneo para la Familia Real.