Y un pobre llamado Lázaro que se tiraba en el suelo a su puerta cubierto de llagas, ansiaba saciarse de las migajas que caían de la mesa del rico; además, hasta los perros venían y le lamían las llagas.
En el Hades (la región de los muertos) el rico alzó sus ojos, estando en tormentos, y vio a Abraham a lo lejos, y a Lázaro en su seno. Y gritando, dijo: 'Padre Abraham, ten misericordia de mí, y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua y refresque mi lengua, pues estoy en agonía en esta llama.'
Pero Abraham le dijo: 'Hijo, recuerda que durante tu vida recibiste tus bienes, y Lázaro, igualmente, males; pero ahora él es consolado aquí, y tú estás en agonía.
Además de todo esto, hay un gran abismo puesto entre nosotros y ustedes, de modo que los que quieran pasar de aquí a ustedes no pueden, y tampoco nadie puede cruzar de allá a nosotros.
Entonces él dijo: 'Te ruego, pues, padre, que lo envíes a la casa de mi padre, pues tengo cinco hermanos, de modo que él los prevenga, para que ellos no vengan también a este lugar de tormento.'
Y fue más desafiante, subversivo, valiente y creativo cuando utilizó el lenguaje de fuego y azufre de sus mayores críticos y lo utilizó para un propósito muy diferente.
En tiempos de Jesús, como en el nuestro, los judios más tradicionales - especialmente los de un grupo político y religioso conocido como los Saduceos - no creían mucho en la vida futura, los milagros, los ángeles y similares.
Otros Judios - especialmente los fariseos, (grandes rivales de los saduceos) - habían adoptado ideas sobre el más allá de las culturas y las religiones vecinas.
Al norte y al este de Mesopotamia, la gente creía que las almas de los muertos emigraban a un mundo subterráneo cuya geografía se parecía a una antigua ciudad amurallada.
Para los egipcios, al sur, el recientemente fallecido enfrentaba un juicio ritual. La gente mala que reprobaba la prueba eran devorados por una deidad con cabeza de cocodrilo, y las buenas personas que pasaban la prueba se trasladaban a vivir en la tierra más allá de la puesta del sol.
Al oeste, los griegos tenían un esquema más elaborado.
Aunque había muchas permutaciones, en general, las almas se clasificaban en cuatro grupos al morir: los santos y heroicos, los indeterminados, los malos con remedio, y los malos incurables.
Los indeterminados eran enviados a la Tierra para múltiples encarnaciones hasta que pudieran ser ubicados correctamente para su envío al Tártaro o a los Campos Elíseos.
Un gran número de Judios habían sido exiliados en el imperio persa en el siglo VI antes de Cristo, y los persas gobernaron a los Judios durante unos 150 años después de que regresaron a reconstruir Jerusalén.
Los que conocían y observaban la religión judía, eran respetados socialmente, eran económicamente prósperos y sanos en cuerpo... tenían los signos de una vida justa hoy, que sería recompensada después de la muerte.
desconocedores de la religión, incumplidores de las leyes religiosas, socialmente sospechosos, económicamente pobres, y físicamente enfermos o discapacitados... todos estos eran signos de una vida indisciplinada y pecaminosa ahora, y serían castigados en el más allá.
Jesús enseñó claramente que hay una vida futura. La muerte no es el final.
Pero una de las facetas más sorprendentes de su vida y su ministerio fue la forma en que tomó la comprensión popular de la vida futura y la volteó al revés.
Jesús dijo que las puertas del cielo se abren ampliamente para los pobres e indigentes que no tienen algunas de las bendiciones de esta vida, los pecadores, los enfermos y las personas sin casa que no se sienten superiores a nadie y que por lo tanto aprecian más la gracia y el perdón de Dios; incluso las prostitutas y recaudadores de impuestos.
Aquellos pasajes bíblicos de fuego y azufre que innumerables predicadores han utilizado para asustar a la gente sobre el infierno, resulta que no pretenden enseñarnos sobre el infierno: ¡Jesús usó el lenguaje del infierno para enseñarnos una nueva visión radical de Dios!
Jesús usó el lenguaje de fuego y azufre de otra manera, también. Lo utilizó para advertir a sus compatriotas sobre la catástrofe de seguir su camino actual - un camino ancho y recto que lleva a otro levantamiento violento contra los romanos.
La violencia no produce paz, advirtió Jesús; producirá sólo más violencia. Si sus compatriotas persisten en su camino actual, les advirtió, los romanos se vengarán de ellos tomando su mayor orgullo - el Templo - y reduciéndolo a cenizas y escombros.
Los babilonios lo habían hecho una vez, y los romanos podían hacerlo de nuevo.
Por eso abogó por un camino diferente - el "camino áspero y estrecho" del cambio social sin violencia en lugar del camino ancho del odio y la violencia.
Esa conexión entre la muerte en la batalla y la recompensa en el cielo ayuda a explicar por qué los fariseos unieron sus fuerzas con los zelotes en el año 67 para llevar una revuelta contra los romanos.
Después de su fallida revolución, los fariseos siguieron el camino no violento de la enseñanza y la creación de comunidades. Ellos prepararon el camino para el desarrollo del judaísmo rabínico, que apuntala las diversas tradiciones del judaísmo hoy.
Ese es el propósito real del lenguaje de fuego y azufre de Jesús. Su propósito no era predecir la destrucción del universo o fijar para toda la eternidad las categorías adentro-afuera de nosotros y ellos.
Su propósito era despertar a la gente para advertirles del peligro de su camino actual, y desafiarlos a cambiar - utilizando el lenguaje y las imágenes disponibles más fuertes.
Si más de nosotros reexaminamos esta fascinante dimensión de la enseñanza de Jesús y llegamos a una comprensión más profunda de ella, veríamos que nos enseña una forma radicalmente diferente de ver a Dios, la vida, y estar vivo.